Un silencio físico
cae sobre las formas,
en un lugar tranquilo se dice el otoño.
Quizás nunca sabremos
qué extraño material compone un nombre que regresa,
con qué rotos cristales
reconstruiremos nuestras últimas heridas, cómo
se enreda un pensamiento
en la morada que le ve desfilar dificilmente para siempre.
He regresado del más dulce país, de la
más breve orilla.
He reconocido en el agua aquel rostro que siempre
me será vedado,
aquella expresión que nunca me será ajena,
aquel ser
cuyo centro siempre será la lejanía para mí,
porque no tiene centro,
ni límite su frontera ni su agravio, aquel nombre
que siempre reposará su frente
sobre mi pecho
como el misterio y el abatimiento sobre los seres amados
antes del alba,
en el más habitual y extranjero de los paisajes,
en esa sola hora
en que palidecen las estrellas, y el pulso de los hombres,
y su voz más antigua.
De súbito he sido yo un solo instante, el único
instante posible,
en las vacías alamedas llenas de sol,
y he pagado su precio.
Carlos Aurtenetxe (San Sebastián, 1942), poeta, narrador y ensayista,