
Noches vomitadas, embriagadas
de música y tabaco.
Tras el torbellino del humo
del quinto cigarrillo,
tu silueta se pierde
bajo todas las formas posibles,
donde hieren las aguas
de las playas de cristal.
Hay momentos en que la soledad
tiene más poder que tu orgullo y surge la voz,
en una metamorfosis de mi misma,
desafiando el peligro.
Ni tan siquiera entonces
tu imagen guardada en la cueva del alma
podrá tirar de las ruedas del sueño,
del arte de las noches,
o de la balanza roja
de los corazones hechizados.
Sal a coger las rosas
y el vuelo del pájaro,
desliza tras el cristal
las letras pálidas
y el diamante de tus ojos,
para vivir en la estación
donde el metal florece,
esa, donde el rocío nocturno
despierta sobre ti,
desnuda de caricias.
Llena de versos estrellados contra los muros,
olvidé que allá lejos estaba el mar.
Una bala en mi final,
los muertos no saben odiar.
© Rafi Guerra, poeta cordobesa 1965