
Esta ciudad tiene hoy tu rostro
y las gaviotas vuelan al final de tus ojos,
bajo las nubes grises de tu frente.
Ramas verdes de abril se mecen en tus labios
y cúpulas y torres surgen blancas entre tus dedos.
Un castillo de sombras se levanta en tu pecho
y un avión pasa lento recorriendo tu pelo.
Historia de tu cuerpo con calles y con rostros,
rincones de cansancio, paredes de colores,
luz que viene y se para, atónita, a tus pies,
como un perro dormido cuyo nombre ignoramos.
esta ciudad tendrá tu rostro para siempre
y en su cálida extensión conocida,
piel a piel hasta el hueso, piedra a piedra en los años,
tendrá el amor distancia y vivirá su muerte.
En tu lengua de pronto no hay pasado
y en tu lengua el presente se destruye,
y arde tu lengua y su saliva quema
mientras el río enorme desemboca
llevando bajo sus aguas nuestras voces.
Esta ciudad tendrá tu nombre para siempre
y lo escribo como si fuera verdad,
como si fueran de piedra o de acero mis palabras,
como si nada hubiera jamás de desmentirlas.
Una noche cualquiera, una tibia mañana
de una primavera de lluvias y tormentas,
con cinismo y cansancio, mas también un momento
con aquella ilusión que otro tiempo tuvieron
y un vencido calor que aún su piel alimenta,
dos seres frente al olvido abrazaron la vida.
Con tristeza más suave, oh qué melancolía,
junto al húmedo parque sus dos sombras temblaron
<< esta ciudad tendrá tu nombre para siempre>>
y se oyeron remotos anunciarse su adiós.
(Lisboa 1969)
Juan Luis Panero, (Madrid, 1942-Gerona, 2013).