
(Recordando a Gerardo Diego)
En claustro solitario te enseñaba
solitario ciprés a devanarte
por versos ensoñados o vividos.
Ahilabas tus ritmos juveniles
hasta llegar a un cielo de fervores,
heredados y tuyos:
inventabas imágenes y en vilo
ascendía tu música…
¿Revibraba un violín? ¿O era un pájaro?
¿Era alondra que luego cantarías?
Estrofas humanísimas -rosario-
pasaban por tu alma, por tus dedos
que tocaban, pianísimos, teclados.
Partituras, poemas,
transfixiones melódicas,
conciertos o sonetos devanaban,
dolores aliviando del espíritu,
cotidiana ansiedad que nos consume.
Intertextual, tu Fábula
las renacientes formas entrelaza
con lúcidos diseños salomónicos,
transposición barroca de lo inerte;
dinámica espiral que desagravia
Soledad inconclusa del gran Góngora.
Los mitos se rehacen: cristianizan.
Devoto corazón llevabas dentro:
villancicos, canciones elevabas,
en altar de tu fe, herencia cántabra,
a tu Dios, Hombre-Niño,
Redentor de pastores y de ilusos.
Tus Belenes el alma conmovían,
candorosos, dulcísimos:
los que la Fe perdimos añorábamos
aquella infancia nuestra
con su Reyes de Oriente que guiaba
una estrella purísima.
¿Hoy la vemos brillar en nuestra noche?
Ante el ciprés de Silos,
viniendo de muy lejos,
recuerdo tu mirada que se iba
pecho adentro del ser,
nadando en la esperanza de otro mundo.
Y quisiera mi alma, como un náufrago,
arribar a tu puerto iluminado:
a esa eterna transvida serenísima.
19-IV-1988
Concha Zardoya (Valparaíso, Chile, 14 de noviembre de 1914 – Madrid, España, 21 de abril de 2004) escritora chileno-española.