Cuéntame cómo vives;
dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.
Cuéntame cómo vives.
Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).
Cuéntame cómo mueres.
Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.
Cuéntame cómo mueres,
cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.
Gabriel Celaya, Hernani, Guipúzcoa 1911-1991. Autor de una extensa, variada y rica obra literaria que se aproxima al centenar de libros, entre los que no faltan los de narración, teatro y ensayo, fue sobre todo poeta.
No te culpo de nada, pero digo que tú eres tan bonita como entonces
y que yo no seré nunca más feliz.
¡Jazz, vamos a bailar!
¡Jazz, no quiero llorar!
Mira cuantas estrellas, ¿o son vidrios rotos lo que reluce? ¡Qué más da!
la belleza es un cristal que alguien estrelló,
por eso, amor, amor…,
no hay tú ni yo.
Gabriel Celaya, Hernani, Guipúzcoa 1911-1991. Autor de una extensa, variada y rica obra literaria que se aproxima al centenar de libros, entre los que no faltan los de narración, teatro y ensayo, fue sobre todo poeta.
Con palabras usadas,
gastadas por el tiempo y la costumbre
cuyo último temblor ya no se siente.
Con palabras, como sueños, quemadas por la vida,
esta noche de lluvia hablo contigo,
trato de hablar al menos, ligeramente ebrio,
construyendo cada sílaba en el país de nunca jamás.
y sintiendo esa repentina lucidez
con la que, de pronto, rompemos la rutina de ser y conocernos,
sintiendo, digo, esa rara sensación, distante y desangrada,
del wisky, de la noche y el silencio,
de la entusiasta desesperación con que aceptamos la derrota,
de ese vértigo, a veces, tuyo y mío,
donde morimos sonriendo con los ojos abiertos.
Sintiendo lo poco que es un beso al fondo de tu lengua,
o tus ojos mirándose en los mios,
o nuestras manos unidas en el aire,
recorriendo un museo de aceptados fracasos.
Desfilan, batallón desolado de fantasmas,
nombres y nombres con distinto eco.
Pretendemos, con abolidos rostros, fechas caducadas,
ciudades imposibles,
contestar una vieja pregunta
cuya respuesta sólo la muerte conoce.
Años y años, voluntarios exilios de seres y países,
los hijos que no quise tener, los que tú sí tuviste,
el temblor del deseo que aún guardas en tu piel,
mi repetido navegar de cama en cama,
se reúnen y afirman su destino
frente a la ceremonia del amancer.
Y todo lo sabemos y está escrito en tus ojos,
sin embargo hoy, este día con sol -tan raro en Bogotá-
de finales de julio, de algún año cualquiera,
te propongo mi amor, sé que tú aceptarás,
con palabras usadas, te propongo mentirnos.
Pasada ya la noche, quietos frente al espejo,
mientras yo me afeito y tú pintas tus labios,
te propongo mi amor, decir que nos queremos.
Desir -y son tan sólo ejemplos- <<hoy existe la vida por
nosotros>>
o <<tú no te morirás nunca>>
o, tal vez, <<aún hay noches y noches que esperan
nuestros brazos, ese especial calor de dormir abrazados>>.
Olvidando, tratando de olvidar nuestro pasado,
ignorando el futuro, sin duda inalcanzable,
con palabras gastadas, decir y repetir
-es otro ejemplo- <<dar gracias mi amor por haber existido>>.
Al menos por un rato -a nadie molestamos-
con palabras usadas mentirnos y mentirnos,
mentirnos contra el tiempo, despreciar su victoria.
Envío:
Te dejo este poema
confuso, absurdo, largo,
para que tú lo tengas como un pañuelo viejo
a los pies de tu cama, para que tú lo tengas,
y un día te lo encuentres, confuso, absurdo, largo,
un día como éste -cuando ya no estaremos-,
y recuerdes, debajo de la ducha,
que alguna vez te quise -mentiras y mentiras-,
que alguna vez te quise -era un día de julio-,
con palabras usadas, como un disco rayado,
que recuerdes, mi amor, esta letra de tango.
Juan Luis Panero, (Madrid, 1942-Gerona, 2013). Fue hijo del poeta Leopoldo Panero (1909-1962) y de la escritora Felicidad Blanc (1913-1990), hermano del poeta Leopoldo María Panero (1948-2014) y Michi Panero (1951-2004) y sobrino del poeta Juan Panero (1908-1937), creció en el seno de una familia acomodada recibiendo educación en El Escorial y luego en Londres. Su espíritu rebelde y viajero lo llevó a deambular por diferentes países de América, dándole la oportunidad de conocer a grandes escritores como Octavio Paz, Jorge Luis Borges y Juan Rulfo entre otros. Su poesía completa (1968-1996) está recogida en un volumen de la editorial Tusquets y algunas de sus conferencias, en particular la que recoge su relación con Luis Cernuda, están incluidas bajo el título de «Páginas sobre cine y poesía» en el libro Después de tantos desencantos. Vida y obra poéticas de los Panero, de Federico Utrera (2008). Ha preparado además antologías de poetas como Leopoldo Panero, Pablo Neruda y Octavio Paz y ha reunido selecciones de Poesía colombiana (1880-1980) y Poesía mejicana contemporánea. Desde 1985 fijó su residencia en Torroella de Montgrí (Gerona), donde falleció en 2013.
El poema de amor debe tener previsto
el transcurso futuro de los astros
pero también
el vocabulario de la derrota
y la gloria muy simple del minuto.
Debe tener prevista la palabra Albertur
sólo porque está escrita en el costado
del autobús nocturno que te devuelve a casa.
Debe decir la periferia urbana,
aceptar lo que ve por donde va,
y desde nuestros labios convertirse
en oda a las ciudades encendidas.
Debe tener previstos los fracasos,
toda nuestra pobreza,
el miedo a que se quiebre nuestro amor extramuros.
El poema de amor debe saber que somos
iguales, y por tanto debe incluir tu nombre y mi nombre,
de la misma manera que mi nombre incluye el tuyo. Así
no diré que Petrarca no nos sirve.
Diré que no nos basta. Nuestro fuego sucede
más acá de los límites del mundo.
Si el ciprés y la lluvia tienen la misma forma,
no quiero ser oscuro, ni pobre de aventura.
Juan Antonio González Iglesias, poeta, traductor y pintor español nacido en Salamanca en 1964
Parece que se murmura Il semble qu´on murmure
que se habla a cada instante qu´on parle à chaque instant
entre los roces de alas parmi les froissements d´ailes
las rúas, las rutas, las ruedas, les rues, les roues, les routes,
las sílabas de las cigarras, les syllabes des cigales,
las vocales de los pájaros, les voyelles des oiseaux,
las comas del viento, les virgules du vent,
el sentido de todo añadido a todo, le sens mis bout á bout,
borrándose de sí mismo. s´effaçnt de lui-même.
Hay que estar a la escucha Il faut être à l´écoute
de lo que traduce el eco de ce que traduit l´écho
del silencio nutritivo du moirrissant silence
que recomienza sin cesar qui sans cesse recommence
una «buena aventura» une «bonne aventure»
encondida detrás de las palabras cachée derriére les mots.
Jean Mambrino, poeta y escritor francés, nació en Londres en 1923, y falleció en Lille, Francia en 2012
Y sin ira
y sin hora
sin ahora
sin orar
sin arar en la memoria
sin errar en el pasaje de la noche al amor
y del amor a su espera
y nos iremos en un corazón abandonado
y nos iremos en el espacio abierto de tu mirada
y nos iremos en un corazón que espera
amarrado al borde de un precipicio
no dibujar el itinerario
no usar la pluma
sino cuando hablen de pájaros
nada prever
para que nada no venga
y nos iremos como se va la oscuridad
en la madrugada de las plegarias infantiles
felicidad de nuestros ojos
ávido de peligros naturales
será como quien silba junto a un lago
silba el hecho de silbar
o canta el hecho de cantar
(una embarcación de papel atraviesa mi garganta
adentro bogan dos niños mendigos
andrajos audaces para despistar al viento
a la brújula al designio de la noche).
Alejandra Pizarnik, poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1936- 1972. Es una de las voces más representativas de la generación del sesenta y es considerada como una de las poetas líricas y surrealistas más importantes de Argentina.
Su obra poética está representada en las siguientes obras: «La tierra más ajena» en 1955, «La última inocencia» en 1956, «Las aventuras perdidas» en 1958, «Árbol de diana» en 1962, «Los trabajos y las noches» en 1965, «Extracción de la piedra de locura» en 1968, «El infierno musical» en 1971 y «Textos de sombra y últimos poemas», publicación póstuma en el año 1982.