Conjunción de penas y alegrias

La mirada en la costa, en el mar;
un barco se aleja lentamente.

Por los claros senderos del alba acude,
se acerca el sol nimbado de lumbre;
es la vida una fuente limpia y pura,
del alba al ocaso, del mar hasta el cielo
hacen que vivan, cuerpo y alma su desvelo.

Al primer resplandor de la mañana, impresiona,
nos dan con él, de buen talante, sugerente;
salud del sol y música en el aire, entona.
Con esto y algún añadido, alcanza y sobra;
es el bien que resuena en los sentidos,
¡la misma vida en el teclado, en sostenido!

Hablar de fortaleza es un camino
cuando tenaz la adversidad se ensaña,
en destruir, con mengua, toda fuerza
que contra el mal opone el propio instinto.

Juan Miguel Bombín, nació en Portugalete, Bizkaia (1916-2009) al estallar la Guerra Civil en 1936, se incorpora a filas. De monte en monte, de llano en llano , llega a Asturias junto con otros milicianos. Perdida la guerra, en el norte, y recuperándose de heridas que recibió en combate pone rumbo a Francia. Terminada la Guerra Civil se exilió a Argentina. De allí pasó a Uruguay en 1942, donde trabajó como periodista y formó parte de los ambientes literarios , publicando sus dos primeras novelas: Un hombre del siglo y El encuentro con mi amigo. De Uruguay se trasladará a Brasil, y allí dejará la literatura por el comercio. Esta última actividad, alternada con los viajes por el Alto Paraná y las reservas indígenas, le ocupará hasta que en 1987 regresa a España e inicia su actividad literaria.

Vivir en el aliento del agua

Fotografía de María J. Leza ©

Este cielo de albaricoque estira la columna
y se pone a discutir con el crepúsculo
cómo esconder tanto infierno bajo los párpados.
Sus cicatrices y muñones hablan del mar
que espera sin hundirse a cocinar vocales
como si le llovieran sobre la piel.

Yo escucho desde en fondo del iris
en la trastienda del corazón.
Dicen que pongo demasiado entusiasmo
en encontrar la altura ideal
para vivir en el aliento del agua,
quizá sea por su sabor a liquen
o por sentir la culpa de algo grave
mientras le voy poniendo nombre
al universo que cabe en mi garganta.

Quizá este cielo de albaricoque tan desnudo
vuelva a atragantarse de soledad
y respire mi silueta en diferido.

Así, puede que me regale
una nueva médula desde la risa, un cuerpo
de amanecer y sombra,
sin escamas y a la intemperie.

— … —

Marian Raméntol, poeta, escritora, traductora. (Barcelona, España, 1966). Reconocida por su obra, es también Directora de la revista cultural La Náusea. Y miembro del grupo musical O.D.I.

Nana

Fotografía de Sandi Ford

Duérmete niño mío
Luz de mi alma
que te contaré un cuento
en son de una nana

Para que tú nacieras
sano y tranquilo
yo limpié los rastrojos
todo el camino

Y un pacto con el diablo
hubiera hecho
porque no te arrancaran
ya de mi pecho

Fue mi sangre, la savia
de tu alimento
tu latido, el seguro
de mi sustento

Mis brazos fueron nanas
para acunarte
los tuyos fueron ramas
para enlazarme

Mi risa el sonajero
de tus mañanas
la tuya, la alegria
de mis entrañas

Es un volcán de amor
el que nos une,
aún dormido por fuera
hay dentro lumbre

Rosa Gómez González. Nací en Sestao- en frente de los altos hornos- y el fuego de los mismos fue una atracción mágica para mí durante la infancia, creo que los momentos que pasaba mirándolo y soñando fue el despertar a la poesía; poesía que nació en el bachillerato y que luego durmió en mí durante muchos años. Al llegar a vivir a Hondarribia (ciudad a la que adoro y con la que estoy plenamente identificada, además es un lugar que en sí mismo es poesía) en 1983 es cuando empecé a escribir y en el año 2004 a publicar.

El cementerio marino

fotografía de María J. Leza ©

¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal,
pero agota toda la extensión de lo posible.
Pindaro, Píticas III.

Calmo techo surcado de palomas,
palpita entre los pinos y las tumbas;
mediodía puntual arma sus fuegos
¡El mar, el mar siempre recomenzado!
¡Qué regalo después de un pensamiento
ver moroso la calma de los dioses!

¡Qué obra pura consume de relámpagos
vario diamante de invisible espuma,
y cuánta paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
trabajos puros de una eterna causa,
el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.

Tesoro estable, templo de Minerva,
quietud masiva y visible reserva;
agua parpadeante, Ojo que en ti guardas
tanto sueño bajo un velo de llamas,
¡silencio mío!… ¡Edificio en el alma,
mas lleno de mil tejas de oro. Techo!

Templo del Tiempo, que un suspiro cifra,
subo a ese punto puro y me acostumbro
de mi mirar marino todo envuelto;
tal a los dioses mi suprema ofrenda,
el destellar sereno va sembrando
soberano desdén sobre la altura.

Como en deleite el fruto se deslíe,
como en delicia truécase su ausencia
en una boca en que su forma muere,
mi futura humareda aquí yo sorbo,
y al alma consumida el cielo canta
la mudanza en rumor de las orillas.

¡Bello cielo real, mírame que cambio!
Después de tanto orgullo, y de tanto
extraño ocio, mas pleno de poderes,
a ese brillante espacio me abandono,
sobre casas de muertos va mi sombra
que a su frágil moverse me acostumbra.
A teas del solsticio expuesta el alma,
sosteniéndote estoy, ¡oh admirable
justicia de la luz de crudas armas!
Pura te tomo a tu lugar primero:
¡mírate!… Devolver la luz supone
taciturna mitad sumida en sombra.

Para mí solo, a mí solo, en mí mismo,
un corazón, en fuentes del poema,
entre el vacío y el suceso puro,
de mi íntima grandeza el eco aguardo,
cisterna amarga, oscura y resonante,
¡hueco en el alma, son siempre futuro!

Sabes, falso cautivo de follajes,
golfo devorador de enjutas rejas,
en mis cerrados ojos, deslumbrantes
secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término
y qué frente lo gana a esta tierra ósea?
Una chispa allí pienso en mis ausentes.

Sacro, pleno de un fuego sin materia;
ofrecido a la luz terrestre trozo,
me place este lugar alto de teas,
hecho de oro, piedra, árboles oscuros,
mármol temblando sobre tantas sombras;
¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!

¡Al idólatra aparta, perra espléndida!
Cuando con sonrisa de pastor, solo,
apaciento carneros misteriosos,
rebaño blanco de mis quietas tumbas,
¡las discretas palomas de allí aléjalas,
los vanos sueños y ángeles curiosos!

Llegado aquí pereza es el futuro,
rasca la sequedad nítido insecto;
todo ardido, deshecho, recibido
en quién sabe qué esencia rigurosa…
La vida es vasta estando ebrio de ausencia,
y dulce el amargor, claro el espíritu.

Los muertos se hallan bien en esta tierra
cuyo misterio seca y los abriga.
Encima el Mediodía reposando
se piensa y a sí mismo se concilia…
Testa cabal, diadema irreprochable,
yo soy en tu interior secreto cambio.

¡A tus temores, sólo yo domino!
Mis arrepentimientos y mis dudas,
son el efecto de tu gran diamante…
Pero en su noche grávida de mármoles,
en la raíz del árbol, vago pueblo
ha asumido tu causa lentamente.

En una densa ausencia se han disuelto,
roja arcilla absorbió la blanca especie,
¡la gracia de vivir pasó a las flores!
¿Dónde del muerto frases familiares,
el arte personal, el alma propia?
En la fuente del llanto larvas hilan.

Agudo gritos de exaltadas jóvenes,
ojos, dientes, humedecidos párpados,
el hechicero seno que se arriesga,
la sangre viva en labios que se rinden,
los dedos que defienden dones últimos,
¡va todo bajo tierra y entra al juego!

Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas
libre ya de colores del engaño
que al ojo camal fingen onda y oro?
¿Cuando seas vapor tendrás el canto?
¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa,
¡la sagrada impaciencia también muere!

¡Magra inmortalidad negra y dorada,
consoladora de horroroso lauro
que maternal seno haces de la muerte,
el bello engaño y la piadosa argucia!
¡Quién no conoce, quién no los rechaza,
al hueco cráneo y a la risa eterna!

deshabitadas testas, hondos padres,
que bajo el peso de tantas paladas,
sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas,
el roedor gusano irrebatible
para vosotros no es que bajo tablas
dormís, ¡de vida vive y no me deja!

¿Amor quizás u odio de mí mismo?
¡Tan cerca tengo su secreto diente
que cualquier nombre puede convenirle!
¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca!
¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho,
de este viviente vivo de ser suyo!

¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea!
¡Me has traspasado con tu flecha alada
que vibra, vuela y no obstante no vuela!
¡Su son me engendra y mátame la flecha!
¡Ah! el sol… ¡Y qué sombra de tortuga
para el alma, veloz y quieto Aquiles!

¡No! ¡No!… ¡De pie! ¡En la era sucesiva!
¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra!
¡Pecho mío, el naciente viento bebe!
Una frescura que la mar exhala,
ríndeme el alma… ¡Oh vigor salado!
¡Ganemos la onda en rebotar viviente!

¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios,
piel de pantera, clámide horadada
por los mil y mil ídolos solares,
hidra absoluta, ebria de carne azul,
que te muerdes la cola destellante
en un tumulto símil al silencio.

¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir!
¡Cierra y abre mi libro el aire inmenso,
brota audaz la ola en polvo de las rocas!
¡Volad páginas todas deslumbradas!
¡Olas, romped con vuestra agua gozosa
calmo techo que foques merodean!

Versión de Javier Sologuren

Ambroise-Paul-Toussaint-Jules Valéry (Sète, 30 de octubre de 1871-París, 20 de julio de 1945) escritor, poeta, ensayista y filósofo francés.

El bosque amigo

En las sendas pensamos cosas puras,
uno al lado del otro, fugitivos,
cogidos de la mano, y pensativos
en medio de las flores más oscuras.

Íbamos solos, como enamorados,
entre la verde noche del sendero,
compartiendo el fugaz fruto hechicero
del astro que aman los enajenados.

Después, muy lejos, en la sombra densa
de aquel íntimo bosque rumoroso,
morimos -solos- sobre el césped blando.

Y arriba, en medio de la luz inmensa,
¡oh, amigo del silencio más hermoso,
nos encontramos otra vez, llorando!

Versión de Andrés Holguín

Ambroise-Paul-Toussaint-Jules Valéry (Sète, 30 de octubre de 1871-París, 20 de julio de 1945) escritor, poeta, ensayista y filósofo francés.

Me he sentado en el centro del bosque

Me he sentado en el centro del bosque a respirar.

He respirado al lado del mar fuego de luz.

Lento respira el mundo en mi respiración.

En la noche respiro la noche de la noche.

Respira el labio en labio el aire enamorado.

Boca puesta en la boca cerrada de secretos,

respiro con la savia de los troncos talados,

y, como roca voy respirando el silencio

y, como las raíces negras, respiro azul

arriba en los ramajes de verdor rumoroso.

Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce

sombrío de mis venas toda la luz del mundo.

Y yo era un gran sol de luz que respiraba.

Pulmón el firmamento contenido en mi pecho

que inspira la luz y espira la sombra,

que recibe el día y desprende la noche,

que inspira la vida y espira la muerte.

Inspirar, espirar, respirar: la fusión

de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.

Ebriedad de sentirse invadido por algo

sin color ni sustancia, y verse derrotado,

en un mundo visible, por esencia invisible.

Me he sentado en el centro del bosque a respirar.

Me he sentado en el centro del mundo a respirar.

Dormía sin soñar, mas soñaba profundo

y, al despertar, mis labios musitaban despacio

en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce

se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».

Poema de Antonio Colinas poeta, novelista, ensayista y traductor español. Ha publicado una obra variada que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura en 1982.

Fotografía de María J. Leza © en la selva de Irati

Huellas

Jardín de Invierno en RHS Garden Hyde Hall •• FOTO: Lee Beel

Yo no era la misma,
y volví al jardín,
con mi máscara de invierno,
y el jardín estaba entristecido,
pues él también había cambiado.

Yo me encerré en su círculo,
callado, desvaído,
y buscaba marcas,
que hubiese dejado el verano.

Todas las huellas se habían borrado,
pues yo veía todo a través
de mi máscara,
y el círculo se cerraba,
cada vez más sobre mí.
El jardín se alejaba, ya no era
el mismo.

Mercedes Cavestany. De familia madrileña, nació en 1933 en Fuenterrabía y acabó echando raíces en la villa de Jovellanos tras mudarse junto a su marido, Mariano Costales Gómez-Olea, en 1962. Desde entonces su amor por la literatura la llevó a compartir sus textos en numerosas publicaciones, entre ellas EL COMERCIO, diario con el que colaboró durante varios años. Llegó a publicar más de una decena de libros. Sus últimos versos fueron: «Una alondra que canta en la madrugada. ¿Es para avisarme que he de empezar a vivir? / Tomo nota de lo que veo y lo que digo, el silencio tan callado y hablador / El aroma de los días que pasan inexorables, el olor de la tarde / La esperanza es un pájaro que nos desespera, que llega o no llega, que viene y se va». Falleció en Gijón en 2020.

Mujer saludando a los árboles

en la imagen Julia Hill, la mujer que salvó un bosque de Secuoyas

Como si nadie pudiera
advertirlo al principio.
me he entregado al prodigio
ante los árboles de nuestro parque.
Sólo una cosa puedo decirte:
son grandiosos
y lo saben.
También están exhaustos,
cientos de años
atrapados en el mismo sitio:
grandiosos paralíticos.
Cuando estoy debajo,
sienten mi mirada,
observan cómo agito mi loca
mano, y envidian mi alegría
de ser un blanco móvil.

Los perezosos en los bancos
comienzan a notarlo.
Uno al otro se dicen:
“Las cosas que hay que ver…”
La mayoría de ellos mira
abajo hacia la nada como si no hubiera
en verdad nada más para
mirar hasta que aparece
esa mujer saludando a lo alto
hacia las ramas
de los viejos árboles. Levanten sus
cabezas, amigos, miren arriba
pueden ver más
de lo que creían posible,
arriba donde algo puede
devolverle el saludo, para decirle
que ella ha visto lo magnífico.

Traducción de la poeta Yanina Audisio

Dorothea Tanning, poeta, pintora y escultora norteamericana Dorothea Tanning (Illinois 1910 – Manhattan 2012). También fue diseñadora de vestuario de ballet y teatro. Estuvo casada con Max Ernst quien la introdujo el en surrealismo tan presente en sus pinturas e ilustraciones.

Nubes

fotografía de María J. Leza ©

Islas del cielo, soplo en un soplo suspendido,
¡Con pie ligero, semejante al aire,
Pisar sus playas sin dejar más huella
Que la sombra del viento sobre el agua!
¡Y como el aire entre las hojas
Perderse en el follaje de la bruma
Y como el aire ser labios sin cuerpo,
Cuerpo sin peso, fuerza sin orillas!

Octavio Paz, poeta mexicano 1914-1998

Que no

Estatua de Federico García Lorca frente al Teatro Español.

Que no murió. Que no.
Que se quedó en el canto.
Que un cuerpo es solo un yo
pero una voz el pájaro
de todos los nosotros
por el cielo lejano.

Que no murió. Que está.
Que se quedó dormido en esta plaza
como el tiempo y los niños,
como la luz naranja.

Que no murió. Que no.
Que se quedó cantando
igual que una figura
de cascabeles y de pámpanos
que se vuelve un pez luna
y después un relámpago
y después una aurora
de Nueva York y el llanto
que los relojes dan todas las cinco en punto
y después el cuchillo y el caballo
y la espuela de plata
de un romance gitano
y un coche de agua negra
camino de Santiago
y un guante de mercurio
y una adelfa entre nardos
y una niña que teje una bandera
y una novia escapando con Leonardo
y una madre que encierra a cinco hijas
en las paredes blancas de sus párpados
y un baile en romería
y un jinete sonámbulo
y una paloma rota
y un lagarto llorando
y el grito de Julieta
bajo la arena azul de los teatros.

Que no murió. Que aún
nos respira. Que nada
puede matar la luz
donde crepitan lentas las palabras
como fénix heridas,
como altas salamandras,
como runas de leche,
como anillos perdidos en el agua.

Que no murió. Que es joven
porque tiene mil años,
porque entierra la luz en nuestra lengua,
porque acuna la vida en nuestros labios.

Que no murió. Que no.
Que nadie nos lo mata.
Que no tiene ni nombre,
que su voz vive aquí como esta estatua
y cuando ya no estemos
otros traerán palabras,
las mismas y distintas,
y en ellas volveremos como ráfagas,
como viejos poetas,
como nuevas bandadas
a cantar en el aire
las más antiguas nanas,
las que canta la tribu
en torno de las llamas
para dormir al miedo y a la nada.

Que no murió. Que es joven.
Que su voz es la gente.
Que una noche una bala besó a un hombre
y se murió la muerte.

Álvaro Tato, poeta, actor y dramaturgo nacido en Madrid en 1978. Forma parte de las compañías Ron Lalá y Ay Teatro. Es autor de versiones para la Compañía Nacional de Teatro Clásico y obras originales y adaptadas para diversas producciones de artes escénicas que han obtenido numerosos premios y se han representado en una veintena de países.