Has llegado al final de las acacias.
Miras atrás
y sola
el guiño de la casa te transporta
al estéril terruño, ciertas son
campanadas de Astorga.
Lo otro
fue distinto.
Hoy, el cielo gris y el amarillo rostro de los campos
traen a tu pecho la nostalgia cruda
del árido amor, del mal amor,
del tiempo.
Suena el Big-Ben.
Estás en Londres con un impermeable blanco
bajo la lluvia blanca.
Hoy eres joven y sonríes,
y alguien
que al menos tuvo para ti una palabra
que al menos te ama porque la belleza
está presente en ti y él ama
la belleza
por encima de todos los tentadores dones
que la vida le ofrece,
está contigo.
Te bastará su mano entre tu mano
una mañana
por el parque de Londres mientras llueve,
cuando la niebla sube y vuestros rostros
son apenas esbozos, desdibujados trazos
de la felicidad.
Te bastará tu mano entre su mano
para reconstruir el mundo que perdiste,
la ignorada belleza que ofrecías.
Segura estés
de aquel paseo por el parque,
de vuestro instante quieto entre la niebla
como un tesoro efímero y enorme.
Poema de Álvaro Salvador, poeta y ensayista español nacido en Granada en 1950.