Canción

(Hasta siempre)

De la sombra de otoño se fabrican palabras,
de las palabras nubes, nubes,
de las nubes mejillas,
de tus mejillas nace el sol los días pares,
la luna fría los impares,
¿lo sabías tú acaso?

Con el sol y la luna
se tocan los platillos
y mis árboles bailan.
Al baile acuden tus dos ojos,
tus ojos navegables a favor de la brisa.
De la brisa se obtienen
los más recónditos favores,
y el mundo, pues que existe,
pasará a ser ceniza,
¿lo sabías tú acaso?

Ceniza que en tus dedos busca el nido,
humo que de tus labios se enamora,
fuego que en tu costado se avecina,
mira en el cielo nubes, tus mejillas, las nuestras,
mis palabras de otoño que fabrican
las hojas,
las hojas de tus pies,
¿lo sabías tú acaso?

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Versos

(Evasión)

Versos, versos, más versos,
versos
para los hombres buenos, sublimes de ideales
y para los perversos;
versos
para los filisteos, torpes e irremisibles
y los poetas de los lagos tersos.
Versos
en los anversos
y en los reversos
de los papeles sueltos y dispersos.
Versos
para los infieles, para los apóstatas
para los conversos,
para los hombres justos
y para los inversos;
versos, versos, más versos,
poetas, siempre versos.
Ahoguemos con versos
a los positivistas
dejándolos sumersos
bajo la enorme ola de los versos,
en ella hundidos, náufragos, inmersos.
Versos
en el santo trabajo cotidiano
y en los momentos tránsfugas, transversos.
Versos tradicionales
y versos nuevos, raros, diversos.
Versos,
versos,
más versos,
versos,
versos,
Y versos,
siempre versos.

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

La marea

A Pablo Tarrero de la Vega

Y es verdad. Sí. Los versos en el agua,
los versos en la ría y su marea.
Yo cantaré, tu cantarás y tan amargamente
que en limo se hundirán nuestros cantares.

sombras y herrumbre. Fango. Por dos veces
el día se vacía en bajamares
y el pecho alzado en las aguas nuevas
¿los sube? ¿Ahogados? ¿Enterrados?
Bajo la mar la tierra con los versos.
Sólo sé que me empujan. Eso es todo.

Hay que seguir, la rampa arriba
hasta donde no alcance la marea,
descalzos, y pisar sin resbalarse
el verdín entre quillas que se pudren.

porque las torres crecen hasta el cielo,
a mirarse en su pozo, y porque duermen
nuestras lágrimas y siguen nuestros versos
esperando vivir ¿quién los empuja?
También a ellos, no a nosotros sólo,
que los salve la lluvia.

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Endechas

A José Hierro

Arena que vas,
arena que vuelves.
Fiel a tu compás,
jamás te disuelves.

El aire te besa,
la ola te acuna,
el sol te procesa,
te absuelve la luna.

Esclava en la orilla,
novia innumerable,
déjame, chiquilla,
que contigo hable.

Tus colores mudos
cantan las mareas.
Sueñas pies desnudos,
los borras, los creas.

Tú eres roca, risco,
nebulosa de ola,
talco de marisco,
perla y caracola.

Corazòn deshecho
de la vida plena,
naufragio, urna, lecho,
áncora y carena.

Tú ahuyentas mis horas,
juegas con mis dedos,
urdes y atesoras
resquicios y enredos.

Resbalas delicias,
náyade en la mano,
divinas primicias
del linaje humano.

Mi amor, venga o vaya,
ritmo nuevo estrena
si invierte la playa
su reloj de arena.

Cuánto calor guardas,
cuánto sol cernido.
Qué huellas de Anardas
te han estremecido.

Huellas de Atalantas,
de Dafnes, de Europas.
(Vuelas, te adelantas,
raptas, ciegas, topas.)

Mece El Sardinero
sus sueños de estío.
Soledad de enero,
pálida de frío.

Furia en Las Quebrantas,
trueno alzado en bruma.
Tú cantas, decantas
derrumbos de espuma.

Arena lavada
de sol y de lluvia,
la del sol violada
prieta arena rubia.

Y, enfrente, el convento,
la arena morena,
arrepentimiento
de la Magdalena.

Arena sin prisa,
reina del olvido,
almohada sumisa
para el dolorido.

Mortaja en declive
hacia el ahogado,
madre que recibe
al del vientre hinchado.

Sueño de las algas
que Ulises se viste,
molde de las nalgas
de Nausica triste.

Porque tú eres toda
grávida y liviana,
doncella sin boda,
monja y barragana.

Porque ardes de brama
y mueres de celos,
desnuda en tu cama
y envuelta en mil velos.

Porque tú me quieres,
novia en todo instante,
y a mis pies te adhieres
con besos de amante.

Porque así cohechas
mi libre albedrío,
te rimo en endechas
mi amor, oh amor mío.

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Canción

(Hasta siempre)

De la sombra de otoño se fabrican palabras,
de las palabras nubes, nubes,
de las nubes mejillas,
de tus mejillas nace el sol los días pares,
la luna fría los impares,
¿lo sabías tú acaso?

Con el sol y la luna
se tocan los platillos
y mis árboles bailan.
Al baile acuden tus dos ojos,
tus ojos navegables a favor de la brisa.
De la brisa se obtienen
los más recónditos favores,
y el mundo, pues que existe,
pasará a ser ceniza,
¿lo sabías tú acaso?

Ceniza que en tus dedos busca el nido,
humo que de tus labios se enamora,
fuego que en tu costado se avecina,
mira en el cielo nubes, tus mejillas, las nuestras,
mis palabras de otoño que fabrican
las hojas,
las hojas de tus pies,
¿lo sabías tú acaso?

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Elegía Vascongada

Mi sangre, sangre mía, río breve,
de la cumbra a las mies entre barrancos,
tumultuosa, batida, irrepresable,
cauce salvaje bajo los escobios,
se abre cantando a dos voces alternas.
Cima, castro, collados de Valnera
y ladera del ábrego en Ormola
hermanan su candor de manantiales,
su ritmo en paz, susurro de milenios,
acariciado de indistinta niebla.
Hoy es el turno de mi estirpe madre,
mi mitad pura y sangre vascongada.

A discernir tu timbre en el murmullo
del cauce uno aplico mis sentidos
y me complazco en remontar el álveo
hasta las fuentes con sabor de siglos
que alambraron la linfa hereditaria.

Mi madre, sí, ¿eres tú?
Así te quiero, niña, como si
fueses mi hija, en inversión de tiempo,
mi hija de trece años.
Azules ojos, trenzas rubias
y en el fondo sin fin de tus pupilas
la diminuta estampa de una yunta.
El caserio, el corpulento
castaño abuelo, el árgoma amarilla,
el vellón ciego de la niebla entrante
y los pozos de cielo
y un húmedo temblor, cálida lágrima
apenas florecida
que no enturbia el cristal sino la talla
en dicha de vislumbres.

¿Con qué soñabas tú? Dímelo ahora,
madre mía, hija nueva…

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Guiñol

Pasen, señores, pasen: va a empezar el guiñol
que armé en un periquete a la luz de un farol.

Veréis surgir llorosa, rebozada de harina,
a la gentil fregona, madama Colombina.

Veréis el gay color del traje de Arlequín
que a las damas corteja y hace a todas tilín.

Y a Pierrot que lamenta su elegía importuna
y platónicamente se tima con la luna.

Las parejas galantes destrenzarán un vals
mientras la plebe bebe al modo de Franz Hals.

Oh el vals demoaristócrata que destronó al minueto.
Oh Versalles del rey, la pavana y el seto.

Los galanes susurran ardientes madrigales
en las divinas conchas de nácares liliale,

y terminada esta parte liricotrágica,
veréis la pantomima burlicomicomágica.

Doña Mariapavientos en su argéntea carroza,
el bravo matasiete que en su capa se emboza,

su Eminenciapurpúrea en Milán,
la ropilla-mosaico y el naipe del truhán.

Y como soy un pícaro a fuer de bergamasco,
y cursé magia, alquimia y astrolabia en Damasco,

os daré las primicias de alegórica farsa
en que haré trabajar a toda la comparsa.

Allá saldrá Averroes con su gran catalejo
leyendo en las estrellas, y de un romance viejo

sacaré al rey Marsilio raptando a Melisendra
y al pobre Don Gaiferos que no vale una almendra.

(Este detalle bien merece un estrambote
¿Sería nuestro maese nieto del dl Quijote?)

Con risas y con lçagrimas os harán mis muñecos
la alborotada fiesta de rimas y embelecos.

Y aunque todo se enreda para vuestro regalo,
si vierais qué de veras hacen sonar el palo…

Y algunos han de hablar con tanto sentimiento
como pavos cebados en capilla de adviento.

Pasen, pasen, señores: el teatro está ya listo.
Por admirar la farsa un prodigio se ha visto.

que el caracol sus cuernos sacó al sol del farol…
Pasen, señores, pasen. Va a empezar el guiñol.

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

No verte

Un día y otro día y otro día.
No verte.

Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.

Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.

Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.

Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.

Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.

Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.

Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.

Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.

Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

El ciprés de Silos

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.

Guitarra

Obra de Salvador Dalí

Habrá un silencio verde

todo hecho de guitarras destrenzadas

La guitarra es un pozo

con viento en vez de agua

(de Imagen)

Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987) Poeta español considerado una de las figuras más representativas de la Generación del 27, a la que agrupó por primera vez en una célebre antología y que encabezó el redescubrimiento de Góngora.

Profesor de literatura y de música, inició su andadura poética con El romancero de la novia (1920), que denotaba cierta influencia de Juan Ramón Jiménez y su aprecio por las formas tradicionales. Después de una breve estancia en París, donde hizo amistad con Vicente Huidobro y conoció la pintura cubista, reveló su permeabilidad a las corrientes vanguardistas, como el creacionismo, en versos de gran musicalidad.