Cariñosa me aconsejas
que yo procure imitarte;
no sabes, al alejarte,
en qué honda lucha me dejas.
Con mis propios pensamientos,
batallo conmigo, a solas,
como batallan las olas
agitada por los vientos.
Porque existen en mi alma
dos tendencias, de tal suerte,
que sólo dando a una la muerte
será de la otra la palma.
De seguir en pos de ti
una es deseo anhelante;
otra, una duda constante;
que duda siempre, de mi.
Cuando tu labio indulgent
ealimenta mi esperanza,
mi deseo dice: “avanza”,
dicen mis dudas:”detente”.
Tanto de mi desconfío
que hay veces que, si pudiera,
las palabras recogiera
que pronunció labio mío.
Y me canso de lidiar
con las sombras de mi mente:
para pensar soy valiente,
cobarde al ejecutar.
¿Por qué da mi mente asilo
a ese fantasma risueño?
Si no soy…¿Por qué sueño?
Si algo soy…¿Por qué vacilo?
Un mundo de pensamiento
sen mi cerebro luchando;
millares de ideas, buscando
nunca encontrados acentos;
Pensamientos de grandeza
que en estrecha cárcel vagan,
y que oscilan y se apagan
sin salir de una cabeza:
Un profundo desaliento,
anhelar mucho, ser nada;
he aquí mi historia ignorada,
esto soy yo, y esto siento
Rafaela María de la Concepción de la Trinidad Estevarena Gallardo (Sevilla, 10 de enero de 1854-Jaca, provincia de Huesca, 11 de septiembre de 1876) fue una poeta romántica también conocida como Concepción de Estevarena. Su corta vida (22 años) estuvo marcada por la fatalidad. Huérfana de madre antes de los dos años, y de padre a los 21 años (1875), contrajo la enfermedad de tuberculosis que le llevaría a la tumba.