Ha cerrado tu mano el abanico
y sonreír tu boca sólo sabe
en dulce faz que el tiempo no ha borrado
todavía.
Desde tu ayer me miras y su niebla
encubre días, noches, largos años.
Más joven que yo eres, madre mía,
y parece que buscas un refugio
que yo quisiera darte sin dudarlo.
Hija mía
serías tú… Soy vieja —ya lo sabes—,
mas tu cuna sería el corazón
que no envejece nunca en su ternura:
en él te mecería dulcemente.
Y mecer tu sonrisa yo sabría.
Tu abanico ha de abrirse al nuevo aire
con ademán feliz y gesto suave:
la gasa rasgaría de gris niebla.
Trasvasadas sonrisas tuyas, mías,
unirán el pasado y el presente.
Han trasvasado amor de las dos almas:
se abre el abanico lentamente…
Y de nuevo a tu lado soy ya niña
y tú madre otra vez, con tu abanico
que abres y reabres sonriendo.
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Concha Zardoya (Valparaíso, Chile, 14 de noviembre de 1914 – Madrid, España, 21 de abril de 2004) escritora chileno-española. Nació en la ciudad de Valparaíso (Chile) el 14 de noviembre de 1914, de padres españoles de Navarra y de Cantabria. Cuando cuenta con diecisiete años, la familia se traslada a España, primero en Zaragoza, luego en Barcelona y, finalmente, se instala en Madrid, donde ella inicia sus estudios de Filosofía y Letras, abandonándolos para estudiar un curso de Biblioteconomía en Valencia. Allí trabaja en Cultura Popular, institución en la que organiza una biblioteca y muchos actos culturales en hospitales, en fábricas y en la radio. Su único hermano muere en el frente defendiendo la República.
Por aquel entonces, comienza a escribir poemas que publica en la revista Hora de España y, ya en Madrid, da clases, realiza traducciones, elabora guiones de cine y ensayos y se dedica a la narrativa, saliendo a la luz sus primeros cuentos.
La poesía es el género que ocupa la mayor parte de su producción literaria. Se caracteriza por la amplitud de registros y la diversidad en los temas. El poemario Los ríos caudales es el homenaje personal que Concha rinde a los poetas de la Generación del 27. A muchos de ellos los conoció y admiró.