El vacío

Aquí estoy.
El trayecto se complica. Todo es duro
cuando la noche ya no es cordial.
Los elementos, hostiles,
me aterran y la gente
que estuvo a mi alrededor guiándome,
de repente, no están más.
Cuando no puedo volver atrás
porque ya no hay amparo
y el camino
sólo tiene un sentido.
Cuando nada parece tenerlo…

Ya no tengo dónde regresar,
ni unos brazos entrañables
me esperan con tristeza, para curar heridas
que dejaron las zarzas.
Cuando el camino
va fundiéndose al paso,
constantemente devorado por monstruos.
E iré conociendo la implacable
conformidad pasiva,
la aventura
hacia la noche terrible, inaplazable,
hasta el confín del mundo
donde todo desaparece en la profunda sima.

La tierra no es amable.

Seguiré, qué remedio, hacia el abismo,
qué más podría hacer…
¿Inventarme planetas?

Hasta que encuentre belleza
y una paz blanca, triste,
en saltar al vacío

… … …

Carlota Figueroa, poeta, escritora y artista plástica española (Ripoll, Girona, 1958).

Equilibrio

Perdidos
en el viento
como alados espíritus,
sin espacio
ni techo.
A medio camino,
entre el cielo y los infiernos,
el bien y el mal,
entre el lodo y las aguas.
Desamparados
a punto de caer.
Deslizándonos al paso
de un rayo de luz.
Así somos
los Lázaros de la tierra
oscura. Débiles
niños de ayer.

Hoy ángeles
a punto de perder el vuelo,
heridos,
sangrientos pero infinitos.
Luchando por el equilibrio.

Carlota Figueroa, poeta, escritora y artista plástica española (Ripoll, Girona, 1958).

La belleza

Cómo ignorar este tiempo
de invierno;
lo gris, la opacidad de los días sin luz
quebrados por la niebla.
Los árboles desnudos, como esqueletos al aire,
el hielo de los sentidos más opacos,
más funestos.

Cómo olvidar el sentido del tiempo sin bonanza,
de las horas más planas, de los silencios turbios,
de las miradas muertas.
Cómo omitir las lágrimas que brotan sin final,
ni esperanza, ni anhelo.
Las rutinas más secas.
Las gotas en el asfalto
insistentemente monótonas,
que, al caer, nunca encuentran verdor.
Aquel ruido permanente, rítmico
del tráfico. Los aromas sin sangre,
a sustancias indefinidas, yermas.
Es el tiempo más constante, el transcurso
sin gozo ni pena.

Las tardes de diciembre,
la vejez mirándome fijamente
desde un rostro agrietado
con las cuencas de piedra.
Un perro flaco, temblando bajo la espina curva,
sus ojos tan amargos…
El espacio tan grande, incierto, apagado, baldío, incógnito,
todo él, frío, sombrío.

Cómo ignorar
en el infinito dolor de la lasitud,
en la balanza de las horas más tristes:
LA BELLEZA.

Poema de Carlota Figueroa, escritora y artista plástica española (Ripoll, Girona, 1958).