Al final

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fotografía de Martin Stranka

«Los ojos ven, el corazón presiente.»
Octavio Paz

Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.

Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.

El desamor no duele. Es visita esperada.
No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.

Somos así, mortales
irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.

De «Porque no somos dioses» 1998

Irene Sánchez Carrón, poeta nacida en Cáceres en 1967

De senectute

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Mujer sentada en la puerta de su casa en Guijo de Galisteo (Cáceres) / Vicente Elizo

Cuando yo era muy niña
las viejas se peinaban como diosas.
Me gustaba acercarme y contemplar
el sencillo ritual de cada día:
las viejas, sentadas a la puerta,
esperaban tranquilas a sus hijas
que llegaban alegres, bulliciosas,
a deshacer el moño del día anterior.

Con la mirada absorta de la infancia,
observaba caer los escasos cabellos
sobre los hombros secos y la espalda abatida.
Las viejas elevaban hacia el cielo su rostro
con los ojos cerrados
y no podía yo quitar mis ojos
de la piel transparente de sus sienes,
de la azulada red de duras venas,
de los largos mechones apagados.

Así avanzaba otro día,
se tejían las trenzas con esmero,
se trataban asuntos de mujeres,
a veces susurrados,
a veces relatados con viveza,
mientras peinas y horquillas
flotaban en la blanca palangana.

Cuando yo era muy niña
las viejas iban siempre de negro
y vivían
cara al sol en silencio y con los ojos cerrados,
y se peinaban
como si fueran diosas.
Pero aquel elegante recogido que tanto me gustaba
acababa cubierto por un pañuelo negro,
un día más, oculto.
un día más, perfecto.

De «Ningún mensaje nuevo» Editorial Hiperión 2008

Irene Sánchez Carrón poeta nacida en Cáceres 1967

Carpe Diem para un amante indeciso

Eros and Psyche -1
Psyche and Cupid de Antonio Cánovas

No entiendo tus palabras
ni los goces que ofreces

siempre para más tarde,
siempre un poco más lejos,
como una cena fría
tras el castigo impuesto.

Sólo sé dar razón de aquí,
de este momento,
de tus labios frutales
saliendo del invierno,
de mis manos hambrientas
rebuscando en el fuego,
del sabor de tu espalda
cuando empieza el deshielo.

Gocemos todo aquí,
si puede ser ahora,
lo presente y concreto,
lo seguro y lo cierto,
los placeres del alma
con el cuerpo.

No entiendo tu lenguaje
de promesas al viento.

Sólo quiero saber:
¿te quedarás más tiempo?

 

Irene Sánchez Carrón, poeta nacida en Cáceres en 1967