Dejaré un silencio en el recuerdo, sonidos de una voz que fue muy joven, y un aroma de sándalo y cipreses para que no me olvides.
Y ahora, cuando el sol desaparece, y hay promesa de una noche clara, las estrellas se esconden y están muertas de tanta nívea luz.
Dejaré abierta la ventana. Un gorrión divulgará mi huida, y un frescor de mañana anunciará mi marcha, con trémula voz para llamarte.
Cuando me vaya perderé las praderas, los bosques encendidos de noviembre, el verde del jardín en primavera, la tenue luz de los planetas, la sonrisa de un niño, el calor de un amigo, lágrimas de dolor por los caminos que transité tan alta, la caricia de un perro que dio fuego a mis manos.
Cuando me vaya habré perdido tantas cosas, que creceré en trigal por no morirme.
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Mariluz Escribano (Granada, 1935 -2019). Profesora, poeta y narradora española. Encuadrada en la Generación del 60, está considerada como la gran poeta del perdón y la memoria siguiendo la estela de Antonio Machado.
Pudo haber sucedido. Debió suceder. Sucedió antes. Después. Más cerca. Más lejos. Pero no a ti. Te salvaste por ser el primero. Te salvaste por ser el último. Por estar solo. Con gente. A la izquierda. A la derecha. Porque llovía. Porque había sombra. Porque lucía un sol esplendoroso. Por suerte había un bosque. Por suerte no había árboles. Por suerte, un raíl, un gancho, una viga, un freno, una repisa, una curva, un milímetro, un segundo. Por suerte había a mano un clavo ardiendo. A causa de, puesto que, sin embargo, pese a. A saber qué hubiera ocurrido si la mano, si el pie, por un pelo, a un paso de una coincidencia. ¿Estás, pues, aquí? ¿Salido de un instante aún entreabierto? ¿La red sólo tenía una malla, y tú a través de la malla? No logro salir de mi asombro ni articular palabra. Escucha en mí late, desbocado, tu corazón.
Wislawa Szymborska, poeta, ensayista y traductora polaca, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996. Nació en Prowent 1923-2012
Mariluz Escribano (Granada, 1935 -2019). Profesora, poeta y narradora española. Encuadrada en la Generación del 60, está considerada como la gran poeta del perdón y la memoria siguiendo la estela de Antonio Machado.
Puede ser una lágrima la historia de un corazón por el pesar vencido: puede ser el adiós que la memoria da a un bien soñado, si lo ve perdido. El mudo grito que al espacio lanza, tal vez, algún oculto sentimiento: suspiro que, al morir, da la esperanza, o de la dicha misterioso acento.
Puede ser la expresión callada y pura de la fe sincera, o de entusiasmo ardiente, y puede ser, también, de la ternura el acento más dulce y elocuente. Cuando la impulsa caridad sublime, puede brotar por el dolor ajeno: al rodar una lágrima, redime un pasado, quizás, de sombras lleno.
Ella puede expresar cuanto en la tierra al corazón conmueve o esclaviza. ¡Quién puede adivinar lo que ella encierra cuando por un semblante se desliza.
Rafaela María de la Concepción de la Trinidad Estevarena Gallardo (Sevilla, 10 de enero de 1854-Jaca, provincia de Huesca, 11 de septiembre de 1876) fue una poeta romántica también conocida como Concepción de Estevarena. Su corta vida (22 años) estuvo marcada por la fatalidad. Huérfana de madre antes de los dos años, y de padre a los 21 años (1875), contrajo la enfermedad de tuberculosis que le llevaría a la tumba.
Al borde del camino se halla una elevación de tierra: cubierta por infinitas hojas pluriformes cual color de la roja enredadera, que camina por un grueso tronco que culmina en enjutas ramas abiertas.
Desprende un bello rostro su corteza conmovida por aquello que nace del barro y crece en la tierra.
Pareciera que la anciana haya fuese un oleaje verde que ascendiera mirando hacia el cielo, que, como el hielo, se solidificara en una corteza grisácea.
Y que la espuma de su ola, entre la hierba erguida, marcó con rugosa forma la piel del árbol ondulando, meciendo la savia, profunda sobre su médula, formándose tan bello tronco, tan bella planta, la de la haya.
¡Y que fueran sus hojas leves o gruesas, gotas de agua que crecen en la viva primavera! Que en verano se apaciguan, se mustian con el otoño y algunas perseveran, pero caen heladas, como láminas del invierno: cuando la marea tiembla y hace mover las raíces de aquella tierra deformada por el tiempo.
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Miguel Serrano Martín. Nací en Barcelona el 13 de octubre de 2004, por lo que, obviamente, soy muy joven. No puedo situar el momento exacto en que comencé a interesarme por la poesía, en mi casa siempre ha habido muchos libros. Sí puedo asegurar que empecé a escribirla a partir de la lectura de Campos de Castilla, entusiasmado por el arte de Antonio Machado, de eso hace aproximadamente 3 años. Desde entonces no he dejado de escribir poesía ni de buscar nuevos autores que sacien mi curiosidad y mi amor por esta disciplina literaria, que no deja de crecer.
Conservo el tallo verde entre mis manos y ya esparcí las hojas de la flor; Las he visto alejarse, cual se aleja la primera ilusión. Eran hojas de rosas, que aún guardaban el perfume la forma y el color, y, aun siendo así, volaron con el viento, y nadie las miró. He visto en esas hojas el destino de seres sin hogar y sin amor, que saben de la noche y nada saben de los rayos del sol. Arrancados del tallo en que nacieran y arrojados al viento del dolor, nadie se para a ver en si esos seres existe un corazón.
Rafaela María de la Concepción de la Trinidad Estevarena Gallardo (Sevilla, 10 de enero de 1854-Jaca, provincia de Huesca, 11 de septiembre de 1876) fue una poeta romántica también conocida como Concepción de Estevarena. Su corta vida (22 años) estuvo marcada por la fatalidad. Huérfana de madre antes de los dos años, y de padre a los 21 años (1875), contrajo la enfermedad de tuberculosis que le llevaría a la tumba.
Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado; vivir, vivir, el sol cruje invisible, besos o pájaros, tarde o pronto o nunca. Para morir basta un ruidillo, el de otro corazón al callarse, o ese regazo ajeno que en la tierra es un navío dorado para los pelos rubios. Cabeza dolorida, sienes de oro, sol que va a ponerse; aquí en la sombra sueño con un río, juncos de verde sangre que ahora nace, sueño apoyado en ti calor o vida.
de su libro «La destrucción o el amor» (1933)
Vicente Aleixandre y Merlo. (Sevilla, 26 de abril de 1898-Madrid, 14 de diciembre de 1984). Poeta perteneciente a la Generación del 27, recibe el Premio Nobel de Literatura en 1977.
¡Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota toda la extensión de lo posible. Pindaro, Píticas III.
Calmo techo surcado de palomas, palpita entre los pinos y las tumbas; mediodía puntual arma sus fuegos ¡El mar, el mar siempre recomenzado! ¡Qué regalo después de un pensamiento ver moroso la calma de los dioses!
¡Qué obra pura consume de relámpagos vario diamante de invisible espuma, y cuánta paz parece concebirse! Cuando sobre el abismo un sol reposa, trabajos puros de una eterna causa, el Tiempo riela y es Sueño la ciencia.
Tesoro estable, templo de Minerva, quietud masiva y visible reserva; agua parpadeante, Ojo que en ti guardas tanto sueño bajo un velo de llamas, ¡silencio mío!… ¡Edificio en el alma, mas lleno de mil tejas de oro. Techo!
Templo del Tiempo, que un suspiro cifra, subo a ese punto puro y me acostumbro de mi mirar marino todo envuelto; tal a los dioses mi suprema ofrenda, el destellar sereno va sembrando soberano desdén sobre la altura.
Como en deleite el fruto se deslíe, como en delicia truécase su ausencia en una boca en que su forma muere, mi futura humareda aquí yo sorbo, y al alma consumida el cielo canta la mudanza en rumor de las orillas.
¡Bello cielo real, mírame que cambio! Después de tanto orgullo, y de tanto extraño ocio, mas pleno de poderes, a ese brillante espacio me abandono, sobre casas de muertos va mi sombra que a su frágil moverse me acostumbra. A teas del solsticio expuesta el alma, sosteniéndote estoy, ¡oh admirable justicia de la luz de crudas armas! Pura te tomo a tu lugar primero: ¡mírate!… Devolver la luz supone taciturna mitad sumida en sombra.
Para mí solo, a mí solo, en mí mismo, un corazón, en fuentes del poema, entre el vacío y el suceso puro, de mi íntima grandeza el eco aguardo, cisterna amarga, oscura y resonante, ¡hueco en el alma, son siempre futuro!
Sabes, falso cautivo de follajes, golfo devorador de enjutas rejas, en mis cerrados ojos, deslumbrantes secretos, ¿qué cuerpo hálame a su término y qué frente lo gana a esta tierra ósea? Una chispa allí pienso en mis ausentes.
Sacro, pleno de un fuego sin materia; ofrecido a la luz terrestre trozo, me place este lugar alto de teas, hecho de oro, piedra, árboles oscuros, mármol temblando sobre tantas sombras; ¡allí la mar leal duerme en mis tumbas!
¡Al idólatra aparta, perra espléndida! Cuando con sonrisa de pastor, solo, apaciento carneros misteriosos, rebaño blanco de mis quietas tumbas, ¡las discretas palomas de allí aléjalas, los vanos sueños y ángeles curiosos!
Llegado aquí pereza es el futuro, rasca la sequedad nítido insecto; todo ardido, deshecho, recibido en quién sabe qué esencia rigurosa… La vida es vasta estando ebrio de ausencia, y dulce el amargor, claro el espíritu.
Los muertos se hallan bien en esta tierra cuyo misterio seca y los abriga. Encima el Mediodía reposando se piensa y a sí mismo se concilia… Testa cabal, diadema irreprochable, yo soy en tu interior secreto cambio.
¡A tus temores, sólo yo domino! Mis arrepentimientos y mis dudas, son el efecto de tu gran diamante… Pero en su noche grávida de mármoles, en la raíz del árbol, vago pueblo ha asumido tu causa lentamente.
En una densa ausencia se han disuelto, roja arcilla absorbió la blanca especie, ¡la gracia de vivir pasó a las flores! ¿Dónde del muerto frases familiares, el arte personal, el alma propia? En la fuente del llanto larvas hilan.
Agudo gritos de exaltadas jóvenes, ojos, dientes, humedecidos párpados, el hechicero seno que se arriesga, la sangre viva en labios que se rinden, los dedos que defienden dones últimos, ¡va todo bajo tierra y entra al juego!
Y tú, gran alma, ¿un sueño acaso esperas libre ya de colores del engaño que al ojo camal fingen onda y oro? ¿Cuando seas vapor tendrás el canto? ¡Ve! ¡Todo huye! Mi presencia es porosa, ¡la sagrada impaciencia también muere!
¡Magra inmortalidad negra y dorada, consoladora de horroroso lauro que maternal seno haces de la muerte, el bello engaño y la piadosa argucia! ¡Quién no conoce, quién no los rechaza, al hueco cráneo y a la risa eterna!
deshabitadas testas, hondos padres, que bajo el peso de tantas paladas, sois la tierra y mezcláis nuestras pisadas, el roedor gusano irrebatible para vosotros no es que bajo tablas dormís, ¡de vida vive y no me deja!
¿Amor quizás u odio de mí mismo? ¡Tan cerca tengo su secreto diente que cualquier nombre puede convenirle! ¡Qué importa! ¡Mira, quiere, piensa, toca! ¡Agrádale mi carne, aun en mi lecho, de este viviente vivo de ser suyo!
¡Zenón! ¡Cruel Zenón! ¡Zenón de Elea! ¡Me has traspasado con tu flecha alada que vibra, vuela y no obstante no vuela! ¡Su son me engendra y mátame la flecha! ¡Ah! el sol… ¡Y qué sombra de tortuga para el alma, veloz y quieto Aquiles!
¡No! ¡No!… ¡De pie! ¡En la era sucesiva! ¡Cuerpo mío, esta forma absorta quiebra! ¡Pecho mío, el naciente viento bebe! Una frescura que la mar exhala, ríndeme el alma… ¡Oh vigor salado! ¡Ganemos la onda en rebotar viviente!
¡Sí! Inmenso mar dotado de delirios, piel de pantera, clámide horadada por los mil y mil ídolos solares, hidra absoluta, ebria de carne azul, que te muerdes la cola destellante en un tumulto símil al silencio.
¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir! ¡Cierra y abre mi libro el aire inmenso, brota audaz la ola en polvo de las rocas! ¡Volad páginas todas deslumbradas! ¡Olas, romped con vuestra agua gozosa calmo techo que foques merodean!
Versión de Javier Sologuren
Ambroise-Paul-Toussaint-Jules Valéry (Sète, 30 de octubre de 1871-París, 20 de julio de 1945) escritor, poeta, ensayista y filósofo francés.
¿ Investigas con empeño, al disponerte a dormir, qué es el sueño?… Yo te lo voy a decir: el soñar es jugar a vivir.
Yo nunca puedo dejar de sufrir; más para ver disminuir mi dolor, me doy al sueño;
que el soñar es lo mismo que copiar en un espejo pequeño la vida y su batallar.
María Enriqueta Camarillo y Roa, México 1872-1968. Poeta, cuentista, traductora, pianista, novelista y dramaturga mexicana del siglo XIX. Nominada al premio Nobel en 1951.
Con tu camisa roja, la falda desplegada al compás de tus pasos, bulliciosa y bandera; el oro de tu pelo recogido al desgaire, y toda la ternura que rezuman tus ojos, caminas por mi Tiempo, amiga mía que sabes encender mi sonrisa, sin saber que yo existo.
Te veo pasar ligera. Como una nube breve, atraviesas la calle. Cada vez más vilano el peso de la aérea juventud que pregonas.
En mi sillón, anclado, figuro que no tienes hogar, ni patria, cielo: que sólo eres tangible metáfora de un sueño que nunca compartirnos.
Mañana, cualquier día, el sillón ya vacío, serás viuda joven, con tu camisa roja.
Mi amiga la tristeza residirá en tu cara. El oro de tu pelo soportará el asedio de otro ojos hurones. Tu falda, en oleaje.
Y no sabrás que has sido, estas claras mañanas -sillón, amor, fortuna- mi momento más tierno.
Joaquín Ortega Parra (Cartagena, 1934- 2011) era uno de los escritores cartageneros con mayor proyección internacional. De hecho, sus poemas han sido traducidos al italiano y al ruso y ganó 18 premios nacionales e internacionales, entre los que destacan el Rafael Alberti (1986), el Rosalía de Castro (1991), el internacional Claudio Rodríguez (2000), el nacional de poesía Ciudad de Puertollano (2000) y el Ciudad de Alcalá de Poesía (2007). El último galardón que se le entregó fue el Paul Becket por su poemario Sin entrar en detalles, por supuesto. Publicó una veintena de poemarios y fue miembro del patronato de la Asociación Prometeo de Poesía (APP).