La rosa de Juan Goñi

rosaJuanGoñi

Trajeron una rosa a nuestra clase del Instituto. El profesor de latín nos enseñó a declinar el rosa-rosae. El de física nos habló de la luz y los colores, y de la forma en la que nuestros ojos los perciben. El profesor de química expuso el porqué de su aroma, los principios químicos de sus esencias y los pigmentos que le dan color. En Literatura conocimos varios poemas dedicados a las flores, estudiamos su forma y su rima, y la biografía breve de sus autores. El profesor de matemáticas propuso un problema estadístico sobre el color de los descendientes de un ejemplar en particular, y de paso, hablamos de las Leyes de Mendel. El profesor de Ciencias nos expuso la clasificación científica de la rosa (Orden: Rosales, Familia: Rosaceae, Subfamilia: Rosoideae, Género: Rosa). El profesor de dibujo nos hizo dibujarla.

Ni uno de ellos pronunció la palabra “belleza”.

Hoy sé que no aprendimos nada francamente importante.

Juan Goñi

«Cuando el dedo del sabio señala la luna,
los imbéciles se quedan mirando al dedo»
Proverbio chino.

En Mírame Navarra al natural

Yo misma fui mi ruta…

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Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…

Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.

Julia de Burgos, Carolina, Puerto Rico 1914-1953

Quisiera quedarme…

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En la imagen «el beso azul» de María Amaral

Quisiera quedarme empapando
el amor a yugo por sus rincones,
las líneas hondas de mis manos,
el viento que llueve sus balcones.

Que de una necesidad nacieran
los actos para habitar su lozanía
quisiera que estos humos fueran
estos humos asomando su risa.

Que ella me dijera cómo amarla
para hacerlo yo contrariamente,
quisiera enlabiarme y enlabiarla,
vivir de su beso sencillamente.

Ah, amor sin reglas y sin rigores,
guturales sonidos en escarmientos,
redondo y recto cuyas proporciones
fueran mujer y hombre por dentro.

Yo quisiera cuando me despertase
sentir a mi lado sus amuletos
y que un tiempo lento nos rodease,
que el tiempo dejara de ser tiempo.

Poesía de Luis Gómez -Samudras-
Imagen: El beso azul de María Amaral

Tienes el sol donde el río se curva…

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obra de Camille Pissarro

Tienes el sol donde el río se curva,
rosa que a sus fines me muestras
¡ay, recipiente colmado de luna!
hago camino habitando tus veredas.

Como una corza, ligeros aleteos
en el cuarto donde te despliegas,
y ceden las murallas al silencio
que nos amarra de única manera.

Tienes el sol donde el río inunda,
graves planes de ciudades poetas,
vas encantada y el cielo te escuda;
me gusta espantarme a tus puertas

y gozar regresado en noble vuelo
del bien que le debo a tus caderas,
como un corzo alado al viento,
ángel de luz, mariposa abierta.

Poesía de Luis Gómez -Samudras-
Imagen: Mujer lavándose los pies en el río (1894-95), de Camille Pissarro.

Píntame Angelitos Negros

angelito negro
pintura al óleo de Nancy Noel

¡Ah mundo! La Negra Juana,
¡la mano que le pasó!
Se le murió su negrito,
sí señor.

—Ay, compadrito del alma,
¡tan sano que estaba el negro!
Yo no le acataba el pliegue,
yo no le acataba el hueso;
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
Se me murió mi negrito;
Dios lo tendrá dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito del Cielo.

—Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.

Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo
de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.

No hay pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.

Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mango
por las barriadas del cielo.

Si al cielo voy algún día,
tengo que hallarte en el cielo,
angelitico del diablo,
serafín cucurusero.

Si sabes pintar tu tierra,
así has de pintar tu cielo,
con su sol que tuesta blancos,
con su sol que suda negros,
porque para eso lo tienes
calientito y de los buenos.
Aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
No hay una iglesia de rumbo,
no hay una iglesia de pueblo,
donde hayan dejado entrar
al cuadro angelitos negros.
Y entonces, ¿adónde van,
angelitos de mi pueblo,
zamuritos de Guaribe,
torditos de Barlovento?

Pintor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintas angelitos
acuérdate de tu pueblo
y al lado del ángel rubio
y junto al ángel trigueño,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.

Andrés Eloy Blanco Meaño, abogado, escritor, humorista, poeta y político.  Venezuela 1896-1955

Muchos consideran que este poema de Andrés Eloy, es un himno en contra de la discriminación racial. El poema fue publicado en vida de su autor y fue incluido también en una recopilación póstuma (1959) titulada La Juanbimbada, que recoge muchas poesías dispersas de distintas épocas de su vida.

Se hizo muy conocido en todo el mundo de habla hispana a través de un bolero cuya música pertenece al actor y compositor mexicano Manuel Álvarez Rentería, apodado artísticamente «Maciste», interpretado inicialmente por el actor y cantante mexicano Pedro Infante10 y también por Antonio Machín ([6]), y fue especialmente popular en España además de América Latina. En su adaptación al ritmo de bolero, se redujo la extensión de la poesía quitándole el diálogo inicial y otros de los versos para hacerla más apropiada a la longitud de la obra musical. Y aunque mucha gente recuerda la canción en todo el mundo, muy pocos saben que estaba basada en un poema de este poeta venezolano.

Entre las distintas versiones que existen, se destaca la del dúo uruguayo Los Olimareños que grabó este poema en forma de pasaje,11 ritmo propio del llano venezolano, respetando el diálogo inicial y alternando los textos del poema original con adaptaciones algunos de los versos y usando una música escrita al efecto. Así mismo, destacan las realizadas por las cantantes estadounidenses Eartha Kitt12 y Roberta Flack,13 ésta última incluida en su álbum de 1969 titulado First Take. Ambas usan la música escrita por Manuel Álvarez Rentería.

Imagen: pintura al óleo de Nancy Noel, pintora muy comprometida con diferentes causas. Se trata de una americana impresionista que utiliza en sus obras tanto los óleos, acrílicos, acuarelas

La monja gitana

monja gitana

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.

Vuelan en la araña gris
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.

¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.

¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas
en el mantel de la misa!

Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería

Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,

y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.

¡Oh, qué llanura empinada
con veinte soles arriba!
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!

Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.

Federico García Lorca, Fuente Vaqueros 1898- 1936

Rima XXXIV de Bécquer

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Óleo de Vladimir Volegov

Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía:
suenan sus pasos y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.

Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.

Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva:
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume
el color y la línea,
la forma engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.

¿Que es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.

Gustavo Adolfo Bécquer, Sevilla 1836- 1870, poeta y narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo.

En la imagen óleo sobre lienzo de Vladimir Volegov

Don Quijote es armado caballero…

ALEXIS2006

Y fatigado de este pensamiento,
abrevió su frugal y triste cena,
llamó al ventero sin ninguna pena
y encerrose con él por un momento

en la caballeriza y de rodillas
se hincó ante él, diciendo: «—No me voy
jamás a levantar de donde estoy,
valiente paladín, si no me pillas

y me otorgas con toda cortesía
el don que hoy a pedir mi voz alcanza,
el cual redundará en vuestra alabanza
y del género humano a cada día».

El ventero lo vio a sus pies rendirse,
escuchó semejantes sinrazones
y confuso pensaba: «¿Dar qué dones?»
No sabía qué hacer ni qué decirse.

El ventero porfiaba y le pedía
se levantase; mas no quiso oír,
hasta que hubo el ventero de decir
que le otorgaba el don que le pedía.

«—No esperaba yo menos, señor mío,
de la gran magnificencia vuestra
–respondió don Quijote–. Me demuestra
que es magnánimo y tiene poderío,

y así os digo que el don que os he pedido
y de vuestro esplendor me ha sido dado,
es que mañana me dejase armado
caballero cual otros que he leído.

Esta noche, señor, en la capilla
de este castillo velaré las armas;
y mañana, con todas las alarmas,
cumplirá lo que pido de rodillas.

Me armará caballero en un segundo
para poder, como se debe, ir
a buscar aventura y combatir
por los cuatro costados de este mundo.

Iré en pro de los menesterosos,
como es deber de la caballería
y de los caballeros. Estaría
dispuesto a pleitos harto peligrosos».

El ventero, que como ya está dicho,
era algo socarrón, y que tenía
barruntos del delirio que sufría
el huésped de la adarga y el capricho,

acabó de creerlo al escuchar
semejante razón, y por reír
aquella noche, decidió seguir
el humor, refrenando el carcajear;

y le dijo que andaba muy acertado
en lo que deseaba y le pedía,
y que tal prosupuesto de hidalguía
era propio de un hombre preparado

tal como él parecía y se mostraba,
y que, asimismo, cuando él era mozo
se había dado al ejercicio honroso
de andante caballero, y siempre andaba

en diversos lugares muy lejanos
buscando sus venturas y aventuras,
sin que hubiesen faltado las llanuras,
ni percheles de Málaga en sus manos.

Y díjole también que en su castillo
no había una capilla en que poder
velar las armas, pues la iba a hacer
nueva, distinta, con más luz y brillo;

pero que en caso de necesidad
él podía velarlas dondequiera,
y esa noche podría, si quisiera,
velarlas de su patio en la mitad,

y a la mañana, siendo Dios servido,
se haría la debida ceremonia
de forma que con grave parsimonia
quedase en caballero convertido.

Preguntó si traía los dineros.
Respondió don Quijote que ni blanca,
pues no había leído (frase franca)
en las historias de los caballeros

andantes que ninguno los trajese.
Y a esto dijo el ventero: «—Engaño ha sido,
si en los libros no está es que ha parecido
a los autores o a quien lo escribiese

que no era menester poner escrita
una cosa tan clara y necesaria
como el dinero o la camisa diaria
que todo caballero necesita,

mas no por eso había de creerse
que nunca los trajeron; dé por cierto
que todo caballero es un experto
en autoalimentarse y mantenerse.

Por esto le aconsejo en sus salidas
(como a un verdadero y noble ahijado)
que no ande sin dineros, tan menguado,
y sin las prevenciones referidas».

Autor: Alexis Díaz-Pimienta
Fragmento del libro En un lugar de la Mancha, con ilustraciones de Roberto Fabelo (Editorial Gente Nueva, La Habana, 2004)

Esperando a los bárbaros…

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Esperando a los bárbaros
(1904)

-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
de plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar los discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

Constantino  Cavafis, poeta griego nacido en Alejandría, Egipto, en 1863- 1933

CAVAFIS, C. P. Poesía completa / C.P. Cavafis ; introducción
y notas de Pedro Bádenas de la Peña. – Madrid : Alianza, 1984
(Alianza Tres ; 93)